Aunque la terna de candidatos del Partido Revolucionario Institucional seguía en el aire y algunos afirmaban que el ungido sería el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, la verdad es que sólo los distraídos seguían negando que José Antonio Meade Kuribreña sería la elección para representar al tricolor. No vimos nada nuevo, es más las escenas del destape y el cómo fue arropado por las organizaciones sindicales que representan el voto más duro del PRI, es la repetición de los “destapes” priistas cada sexenio.
Meade, es simplemente el candidato que el PRI necesita para medio lavarse la cara ante una ciudadanía inconforme, enojada y decepcionada del gobierno que hasta ahora encabeza Enrique Peña Nieto, un sexenio que no tuvo mayor diferencia del último gobierno panista, el de Calderón. Meade hasta en eso representa continuidad, pues fue hombre de Calderón y ahora es el hombre de Peña, del PRI.
En las crónicas del destape, los perfiles de medios de comunicación y publicaciones en redes sociales resaltaban que Meade Kuribreña es un hombre sin afiliación partidista, ciudadano, hombre de experiencia y preparado en escuelas extranjeras, omitiendo su importante participación en medidas hacendarias de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto que afectaron a millones de mexicanos como los “gazolinazos” y con esto la escalada en el aumento de precios de productos básicos, alza en las tarifas eléctricas, la negativa de reducción al ISR que por cierto lo enfrentó con las cámaras empresariales en agosto de este año.
Si bien el PRI vio en Meade el mejor candidato para la elección federal del 2018, la campaña será complicada, con una gran sombra de derrota, muchos temas que ocultar y mucho voto popular por convencer, las bases que podrían no confiar en un NO priista, las bases populares más afectadas por las acciones de Meade como secretario de varias secretarías, un candidato que conecta bien con la clase alta, pero no con el pueblo.