Ayer durante la inauguración del parque industrial en Lagos de Moreno, Jalisco, Enrique Peña nieto dio un discurso donde dedicó unos minutos para referirse al tema del espionaje por parte del gobierno federal a periodistas y defensores de derechos humanos denunciado por organizaciones mexicanas como Artículo 19, R3D, Social TIC y retomado por The New York Times.
De una serie de frases desafortunadas, sin rastro de tacto ni sensibilidad ante un tema muy delicado como el espionaje, persecución y asesinato de periodistas y activistas en México, el presidente dio un veredicto unánime afirmando que las acusaciones no tienen fundamento y que son falsas y aún así dijo estar seguro que las autoridades darán seguimiento a las denuncias, las mismas que él ya se descalificó.
Además de categóricamente deslindar al gobierno de cualquier responsabilidad, dijo que se buscará a los responsables de dichas afirmaciones y él mismo afirmó que efectivamente el gobierno cuenta con esta tecnologías pero que todo lo adquirido y utilizado sólo se usa para mantener la seguridad interna del país.
Sobra ya cuestionar sobre quién le arma los discurso o por qué se aventura a declarar sin pensar en las consecuencias de sus dichos. La seguridad del país está en una crisis terrible y las personas que se han atrevido a realizar su trabajo cuestionando las acciones del gobierno, pidiendo justicia o transparencia, se les ha perseguido o asesinado.
Después de sus palabras, Peña Nieto declaró que lo más importante para él es apoyar la libertad de expresión, en un intento de retractarse de lo dicho en su discurso.
Sus palabras son lamentables definitivamente porque sin anunciar “al diablo las instituciones”, las deja de lado creando sus propias conclusiones de una manera irresponsable, es más lamentable que la caída de un celular, de la banda presidencial, o no saber cinco títulos de libros, pero qué esperar de quien la anécdota más importante de su visita fue el beso de una muchacha “muy guapa” de Lagos de Moreno frente a su esposa.