Esta semana que termina encontraron asesinada de Lesby Berlín en Ciudad Universitaria, cerca de la Facultad de Ingeniería, estrangulada y atada con una cadena a un teléfono público. La indignación inició cuando las autoridades de la UNAM tardaron horas en realizar la denuncia y posteriormente cuando desde la cuenta de Twitter de la Procuraduría capitalina se lanzaron publicaciones que parecían culpar a la víctima y hasta parecía que se justificaba el asesinato de una chica que según las mismas autoridades, ni era alumna de la UNAM, se drogaba, se emborrachaba y sólo se acercaba al rumbo para pasear perros, pues eso fue lo que declaró el supuesto ex novio.
¿Falta de tacto por parte de quien autorizó la publicación de esos tweets o simplemente la muestra de que la sociedad piensa que al igual que en otros casos, las víctimas se lo buscaron?
Ayer durante la marcha convocada en Ciudad Universitaria por varios grupos feministas y donde también estuvo presente la mamá de Lesby hubo muchas expresiones de enojo e impotencia, porque la ola de violencia contra las mujeres que se vive en diferentes puntos del país, alcanzó un lugar que debería ser seguro, donde estudiantes, profesores, empleados, visitantes, todos, deberían sentirse seguros.
Ante un hecho como el asesinato, usuarios de redes sociales, expresaron una gran indignación, pero no por el hecho central que convocó a la manifestación, sino por la pinta de grafitis en las letras que se encuentran en la explanada de rectoría con la leyenda #HechoenCU. Jóvenes indignados se reunieron para despintar las letras en cuestión, y lanzaron comentarios de indignación por manchar y maltratar parte del patrimonio de los universitarios, pero entonces, toda la discusión se volcó hacia si fue o no correcta la pinta, si está bien o no que las mujeres se tornaran “violentas y locas” contra unas letras, dejando de lado el punto más importante, más indignante y que mancha y denigra a la universidad y los universitarios, el asesinato. El asesinato de una persona, de una mujer que además fue denigrada después de su muerte por quien se aventuró a calificar su estilo de vida sacando conclusiones de las declaraciones de una sola persona.
¿Están bien las pintas? Cada quien puede tener su opinión, pero la indignación debería enfocarse hacia la falta de profesionalismo por parte de las autoridades, por la falta de seguridad para hombres y mujeres en la UNAM y en todo el país, por el aumento de comportamientos machistas en todos los ámbitos y niveles socio-económicos y culturales. No, la UNAM no es un espacio libre de machismo, las historias de chantaje, ofensas contra las mujeres son muchas, todas menos llamativas que las declaraciones de Marcelino Perelló Valls, pero igual de trascendentes.
Indignarse no está mal, pero debería ser por lo importante.